Quizá una de las experiencias que no me deja de sorprender en la cocina es la magia de las hierbas. Yo amo las hierbas... ¡Todas las hierbas! Para mí, son una conversación directa con la Madre Tierra. Podemos verlas crecer y florecer, olerlas, cosecharlas y luego disfrutar increíbles efectos que producen en nuestro interior. Es una comunicación sensorial... quizás a ratos más profunda que una comunicación plenamente verbal.
Creo que las hierbas siempre estarán en mi cocina y en mi vida como el orégano fresco de esta foto. Una hierba muy usada en las cocinas del mundo y muy usada por nuestros abuelos latinoamericanos. Insisto en que las creo mágicas porque sólo basta con agregar una hierba a un arroz, a un caldo, a un pollo salteado o a un pescado al vapor para tener un resultado muy gratificante.
¿Acaso no es mágico lo que hace una infusión de Yerbabuena cuando algo nos cae pesado al estómago?, ¿O no es muy sorprendente la obra del cilantro en un guacamole mexicano o en un sancocho colombiano?, ¿Y qué tal la experiencia de caminar por el bosque acompañados de un delicioso, misterioso y saludable té de coca?
¡En fin, que no falten las hierbas!